Recorrido por CDMX: circuito Chapultepec, Paseo Reforma y Centro Histórico

El Paseo Reforma, una de las vías más emblemáticas de la Ciudad de México, fue el eje inspirador del nuevo recorrido por la ciudad, que tuvo lugar el pasado domingo 15 de noviembre. Actividad organizada por los equipos de Tlatelolco TV y Somos CDMX.

Con la guía de el arquitecto Mishell Altamirano, así como con la participación especial del arquitecto Iván Salcido y la antropóloga Paola Soza, permitieron descubrir las historias, anécdotas, así como el desarrollo urbanístico-arquitectónico del circuito comprendido por Chapultepec, Reforma, Polanco y Centro Histórico.

Preámbulo

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La aventura inició en la Puerta de Los Leones en Chapultepec, punto donde convergen el importante parque con lo que sería el comienzo, según el trazado original, del Paseo Reforma.

Desde este lugar se pueden observar modernas construcciones como la Torre Mayor y el edificio recién inaugurado del BBVA, así como el monumento llamado Estela de Luz, proyecto del arquitecto César Pérez Becerril, en conmemoración del Bicentenario de la Independencia; estructura que además tuvo muchas polémicas por sus costes y que se culminó dos años después de lo previsto. En la parte baja de este monumento se encuentra el Centro de Cultura Digital.

Todos estos nuevos desarrollos contrastan, armónicamente, con el estilo Art Déco de la sede de la Secretaría de Salud ubicada en la calle Lieja – diseñado por el Arquitecto Carlos Obregón Santacilia y puesto en funcionamiento en noviembre de 1929 -, así como las líneas clásicas-afrancesadas del ingreso al parque.

Donde se encuentra ahora la Estela de Luz se ubicó, en 1942, la fuente y escultura conocida como Diana La Cazadora. Esta hermosa mujer cuyo nombre original es “La Flechadora de las Estrellas del Norte”, tuvo desde entonces altibajos, como momentos de gloria o de olvido.

Ganó rápidamente la popularidad de la comunidad quien la empezó a llamar “Diana La Cazadora”. Pero también “fue un escándalo porque estaba completamente desnuda”, comenta el arquitecto Mishell, así que por presiones de un grupo ultraconservador “le mandaron a colocar un taparrabo”.

Debido a los preparativos cara a las Olimpiadas de México de 1968, deciden devolverle a la escultura su forma original, pero lamentablemente al quitarle la aplicación de bronce que tapara su desnudez, quedó un poco dañada. Así que resuelven fundir una nueva pieza, réplica exacta a la de 1942. La “perjudicada” fue donada a Ixmiquilpan, Estado de Hidalgo, donde todavía se encuentra desde la década del 70.

Luego, en 1974 retiran la escultura por las obras del Circuito Bicentenario. Se mantuvo guardada un par de años para reubicarla después en lo que fue el Parque Ariel. Ahí estuvo prácticamente arrinconada y casi olvidada. Tras solicitudes de la comunidad, principalmente de intelectuales y artistas, la deidad regresó en 1992 al Paseo Reforma, entre las calles Sevilla y Río Misisipi, donde permanece actualmente.

Calentando motores…

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“El trazo vial de Reforma data de 1865, en la era de Maximiliano I”, va puntualizando Altamirano. Su nombre era Paseo de la Emperatriz. Fue diseñado con la intención de conectar la ciudad de México con el Palacio Imperial. “Era la Antigua salida de la ciudad. Se hizo con la magnificencia de los paseos franceses y tenía originalmente tres glorietas”, explica el arquitecto. Y como nota anecdótica señala “lo hizo para que Carlota – su esposa – se paseara, y pudiera ver desde el castillo cuando él regresara, ya que tenía fama de ser muy celosa”.

El Paseo Reforma, conectaba la ciudad desde lo que hoy día se conoce como Calle Bucareli y Calle Rosales, con Av. Juárez; y continuaba en línea recta hasta Chapultepec, donde enlazaba con el camino que rodea el cerro y de esta manera llegar fácilmente hasta el Castillo.

La Puerta de Los Leones debe su nombre a dos figuras de bronce, modeladas por el escultor francés Gardet, que custodian sus laterales sobre dos pedestales de granito.   Estas dos esculturas de forma de león iban a formar parte, a finales del siglo XIX, de las escalinatas del Palacio Legislativo, un proyecto de convocatoria internacional promocionado por Porfirio Díaz. Pero como este Palacio nunca se llegó a construir los Leones se dispusieron a flanquear la gran puerta del Bosque de Chapultepec que da al Paseo de Reforma. Inaugurado este espacio en 1921 por Álvaro Obregón.

Arrancamos el recorrido…

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Luego de todo esta introducción, aún frente a la Puerta de Los Leones, nos dispusimos a ingresar al parque por lo que antiguamente era el trazo original del Paseo de La Emperatriz. Caminamos en línea recta hasta conseguirnos con el Altar a La Patria, el tercer monumento edificado para honrar la memoria de los llamados Niños Héroes, jóvenes cadetes muertos en la Batalla de Chapultepec entre el 12 y 13 de septiembre de 1847, en medio de la guerra con Estados Unidos. Fue inaugurado en 1952. Una obra del escultor Ernesto Tamariz y del Arquitecto Enrique Aragón, realizado en mármol blanco.

Según cuenta la historia “bajo este basamento descansan las osamentas de varios niños héroes” comenta nuestro guía, pero también señala que existe una controversia con esta información ya que no hubo una identificación forense o antropológica de estos cuerpos, además que, aparentemente, “la mayoría de los caídos en esta batalla fueron incinerados”.

A un lado de este monumento se encuentra el Museo de Arte Moderno. “En la época prehispánica, en ese lugar se ubicaba la casa de descanso del tlatoani (monarca) Nezahualcóyotl” – continúa Altamirano -, personaje que se reconoce como gran gobernante y negociador, así como también se le atribuye el diseño de sofisticados sistemas hidráulicos, como lo fue el acueducto con el que se surtía de agua potable a Tenochtitlán desde los manantiales de Chapultepec.

“Chapultepec no era concurrido por mucha gente – o gente común -, ya que en la época prehispánica era un lugar sagrado, y luego en la época de la colonia fue lugar de residencia de los virreyes”, destaca Mishell.

Seguimos caminando, esta vez dirigiéndonos hasta lo que se conoce como el Castillo de Chapultepec en la cima del cerro ubicado en el centro del bosque.   Mucho antes de iniciar la construcción del castillo, en esta área se ubicaba un templo prehispánico, un teocalli, que fue destruido y sobre sus restos se edificó una capilla dirigida por los franciscanos dedicada a San Miguel Arcángel. “Por eso, la hacienda alrededor del castillo se llamó San Miguel de Chapultepec”, señala Altamirano.

Esta obra, que data de 1784, está conformada por dos partes: el Castillo y el Alcázar. Aunque su intención principal fue ser residencia del virrey, realmente los acontecimientos históricos le han otorgado diversos usos.

“Su construcción fue ordenada por el virrey Matías de Gálvez, pero que no lo logra culminar. A su muerte asciende a virrey su hijo, Bernardo de Gálvez, quien asume la continuación del inmueble que había quedado prácticamente en obra gris”, va relatando Mishell. “Los reyes se quejan de esta edificación ya que pensaban que la intención Gálvez era rebelarse contra la corona española y estaba haciendo su fortaleza, y muere repentinamente. Las obras del castillo quedan abandonadas hasta que en 1843 las retoman y empieza a funcionar como Colegio Militar, con lo que se le hacen varias modificaciones estructurales”.

Más adelante, en 1864 el emperador Maximiliano y su esposa Carlota establecen aquí su residencia. Con el fin de hacer más habitable el espacio contratan a varios arquitectos para remodelar el castillo otorgándole un estilo ecléctico. Igualmente realizan proyectos de paisajismo en los jardines del bosque como en el segundo piso del Alcázar.

Posteriormente, con el fin del imperio vuelve a caer en desuso hasta que en 1878, por decreto, se convierte en la sede del observatorio astronómico. Edificándose en el segundo piso un lugar para tales funciones. Pasados cinco años trasladan el observatorio a Tacubaya y se convierte en residencia presidencial, uso que tuvo hasta que el presidente Lázaro Cárdenas, en 1939, mudó la residencia al Rancho “La Hormiga” – rebautizado como Los Pinos -, cediendo el Castillo como Museo Nacional de Historia, el cual se inaugura en 1944.

Una vista rápida a las reliquias prehispánicas

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El siguiente punto del recorrido era visitar el Museo de Antropología, pero tuvimos que hacer un cambio de planes, ya que por ser domingo estaba abarrotado de gente y nos iba a tomar mucho tiempo para poder ingresar. Fue cuando conocimos a Paola Soza, antropóloga y Asesora Educativa del Museo Mayor, quien nos ofreció una vuelta por los vestigios prehispánicos que aún se pueden encontrar en el Bosque de Chapultepec.

Regresamos a la base del Castillo y a un costado, en un muro de rocas, se puede observar relieves de una efigie de Moctezuma. “Se encuentra en mal estado, pero no por causa del tiempo, sino por un bombazo de las tropas de Estados Unidos cuando la Guerra de Chapultepec”, indica la antropóloga.

Seguimos avanzando, hasta llegar a un punto donde nos indica se ubicó “el primer zoológico de América, el zoológico de Nezahualcóyotl, con varias especies animales, estanques, y demás”. Estos espacios fueron destruidos durante la conquista como señal de dominación. “Luego aquí se asentaron las casas de los virreyes, que luego se destruyeron con una explosión”.

Continuamos bordeando el cerro hasta conseguirnos con un gran tronco de un ahuehuete – un especie de ciprés autóctono de México -, que según indica la tradición fue uno de los tantos que sembró Nezahualcóyotl. “Moctezuma solicitó a Nezahualcóyotl sembrar muchos ahuehuetes, y este tendría más de 500 años”, hasta que muere en 1969 por falta de agua y la contaminación. Los cadetes de la antigua Academia Militar lo empezaron a llamar “El Sargento”. Frente a este árbol se encuentra el monumento a Las Águilas Caídas, o el Hemiciclo al escuadrón 201, en conmemoración a la cuadrilla de pilotos que murieron al ser alcanzados por las balas japonesas finalizando la Segunda Guerra Mundial.

Y detrás, del hemiciclo, se encuentra oculta la cueva Cincalco. Un lugar de culto por donde se creía ingresaba al inframundo. “Siempre que veamos un tocali hay un cuerpo de agua. Aquí hubo un observatorio prehispánico y se hicieron también sacrificios humanos”, va indicando Soza.

Culminamos esta parte del recorrido con los baños de Moctezuma. Albercas que formaban parte de los acueductos ideados por Nezahualcóyotl.

Segunda fase del recorrido…

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Cubierta la primera sección del Bosque de Chapultepec, continuamos nuestra aventura a otros lugares de la ciudad. Esta vez hacia Polanco, con destino al Museo Soumaya.

Bordeamos el parque y dimos una vuelta rápida a la segunda sección de Chapultepec. “Se inauguró en 1964 para mantener un pulmón ecológico – va explicando Mishell Altamirano – y tiene una arquitectura orgánica, es decir, busca semejarse a las ramas de un árbol”. Se divide de la Primera Sección del parque por el trazado del anillo Periférico. Aquí se encuentran los museos: El Papalote Museo del Niño, el Museo Tecnológico de la CFE, y el Museo de Historia Nacional; así como la “Feria de Chapultepec – un gran parque de diversiones – igualmente inaugurada en 1964 en el que resalta su Montaña Rusa que fuera en su momento la más alta del mundo, y hoy día sigue siendo la más alta pero hecha en madera”.

Salimos de este espacio, pasamos frente a la Residencia Presidencial de Los Pinos hasta llegar la Avenida Masaryk, conocida anteriormente como avenida Los Álamos debido a sus árboles.

“Raúl Basurto – responsable del desarrollo urbano de las colonias Hipódromo y Condesa – traspasó su éxito a Polanco, pero con un estilo californiano. El Centro Comercial Polanco fue la primera plaza de la colonia y mantiene ese estilo – dice Altamirano -. Lastimosamente, por el boom inmobiliario y por el cambio de uso del suelo, muchas de sus casas fueron demolidas”. En esta avenida se encuentran las tiendas de marcas más exclusivas internacionales. “Actualmente se le conoce como el Soho mexicano”.

La avenida fue remodelada, y reabierta hace pocos meses. Los trabajos duraron casi año y medio y, entre las modificaciones efectuadas, eliminaron un carril vehicular de cada lado para ensanchar las banquetas (aceras) generando así un ambiente de boulevard, privilegiando la movilidad peatonal.

Tomamos la Calle Moliere y mientras nos desplazamos por esta vía el arquitecto Altamirano va explicando que “El Teatro Moliere era una sala de cine. Aquí habían dos salas de cine el Moliere y el Ariel. Lo único que queda como recuerdo del cine Ariel es una fuente de soda con el mismo nombre”.   Más adelante, al pasar por el lujoso Centro Comercial Plaza Antara, resalta que “ahí se encontraba la ensambladora de la General Motor, que fuera durante años, la planta automotriz más grande del país y de Latinoamérica. Aquí se llegó a ensamblar incluso un prototipo de R2D2, afirma Altamirano. En 1990 es demolida, debido a la nueva normativa de contaminación de la ciudad, y la mudan a Guanajuato, dejando sólo un edificio corporativo”.

“Esta zona, en los años 70, estaba llena de fabricas y empresas de manufacturas – Bayer, Harinas Elizondo, otra planta ensambladora de Chrysler, entre otras – . Todo se hacia aquí”, dice el arquitecto. Avanzamos unos metros más hasta finalmente llegar al Museo Soumaya.

“La esposa de Carlos Slim, era una de las coleccionistas de arte más importantes del mundo, particularmente de las obras de Rodin. Este museo fue diseñado por el arquitecto Fernando Romero, su nombre es en honor a la esposa del empresario. Fue inaugurado en 2011. Muchas de las piezas que aquí se exhiben son traídas del primer museo Soumaya – ubicado en Plaza Loreto –“, va indicando Altamirano. Así como destaca que el recorrido debe hacerse de arriba para abajo.

Mishell, también subraya que el diseño de este museo posee muchas opiniones encontradas. Desde grandes elogios como importantes rechazos. Pero según recientes encuestas internacionales, el Soumaya ha sido catalogado como mejor museo de arte y más completos en su tipo.

Tercera ronda del recorrido…

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Aquí aprovechamos para hacer un breve descanso y recargar nuestras energías al comer algo. Para nuevamente continuar con el recorrido en el autobús por el Paseo Reforma hasta llegar Museo del Templo Mayor en el Centro Histórico.

En esta etapa del viaje toma la batuta como guía el arquitecto Iván Salcido, quien además hace un recuento de lo ocurrido cuando el sismo de 1985. “Ese día, Jacobo Zabludovsky es quien hace el reporte de lo que ocurre en la ciudad. Él vivía en Lomas de Chapultepec, del otro lado del Periférico, sale de su casa y llega hasta Reforma por Chapultepec, y vio todo en orden. Sigue manejando hasta llegar al cruce de Reforma e Insurgentes, cuando ve los niveles superiores del Continental Hilton caídos. La mitad de la población pensaba que había sido algo leve, sin saber que parte de la zona central era un área de desastre”, va reseñando.

“Esto que llaman un valle es realmente una cuenca de un lago, que cuando se seca generó una capa de lodo de más de 50 metros. Así que reacciona como una gelatina con las ondas sísmicas”, continúa Salcido. “Con el sismo del 57 el reglamento de construcción fue rectificado de acuerdo a la experiencia de esa vez. Hasta que ocurrió el del 85. Que se cambió el reglamento según los datos nuevos. Pero con la naturaleza no se juega y no sabemos si el próximo será igual, menor o que pase uno mas fuerte”.

El terremoto dañó muchos edificios ubicados sobre el Paseo Reforma, dejando rastros de terrenos abandonados por aproximadamente dos décadas. El miedo invadió a los residentes y trabajadores de la zona, por lo que empezaron a ubicarse en otras áreas de la ciudad abandonando estos espacios. Hasta que se construye el edificio Torre Mayor, en el año 2000, en Reforma frente a Chapultepec, diagonal a la Puerta de Los Leones.

“La Torre Mayor fue el detonante del desarrollo vertical de Reforma. El gobernador – del Distrito Federal para ese momento – convence a los inversionistas para que trasladaran ese proyecto que originalmente se iba a hacer en Santa Fe, acordando que adecuaría el lugar con cableado subterráneo, entre otros servicios”, va contando el experto. Claro, por el tipo de suelo de la zona deben hacer ajustes en estas obras para hacerlas sismorresistentes, como pilotes suficientemente profundos – de más de 50 metros – que lleguen a lo que sería el lecho del lago, niveles de sótanos, reforzamientos en diagonales – que a su vez dan un efecto interesante a los acabados – entre otros estudios para asegurar que la estructura no colapse con un movimiento telúrico.

Al bordear la glorieta donde se encuentra el Monumento a la Independencia, conocido como el Ángel de la Independencia, Salcido cuenta que “aunque esta obra se hizo en la época de Porfirio Díaz – con motivo al centenario de la Independencia -, ya sabían que el terreno era inestable, y le hicieron unos pilotes de madera lo que ha permitido, hasta el día de hoy, que no se haya hundido, pero sus alrededores si. Por eso – cada tantos años- han tenido que añadirles más escaleras alrededor”. Antonio Rivas Mercado fue el autor del proyecto de este monumento, y Enrique Alciati se encargó de los grupos escultóricos.

Ha sido tal el boom inmobiliario y la recuperación de esta zona, que se ven numerosos edificios modernos, con nuevas técnicas y estilos arquitectónicos, devolviendo a este lugar sus aires de grandeza. Tan grandes en su mayoría que el paisaje urbano ha cambiado haciendo que el Ángel de la Independencia “ya se vea tan pequeño como un semáforo”.

En el Paseo Reforma también se consiguen casas viejas protegidas, como patrimonio, por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), así que está prohibida su demolición. “Esto ha originado – y se pueden observar en el recorrido – que varios proyectos arquitectónicos han tenido que adaptar sus diseños para integrarlas con el la construcción patrimonial”, explica Salcido.

Uno de los tantos datos anecdóticos del Paseo Reforma es el que corresponde a la estatua de “El Caballito”. “Donde está ahora el caballo amarillo – entre calle Juárez y Calle Bucareli – ahí estaba antes la escultura original, una estatua ecuestre del Rey Carlos IV, realizada por Manuel Tolsá” indica el arquitecto. La cual se colocó inicialmente en la Plaza de Armas – el Zócalo -, por el virrey Miguel de la Grúa como una forma de congraciarse con el rey; y como nadie sabía quien era la persona que montaba el caballo la empezaron a llamar “el Caballito”. Actualmente la estatua está en la calle Tacuba, en el centro de una plaza que lleva el nombre del escultor.

Pasando el sector del caballito tomamos la calle Juárez. Bordeamos el parque La Alameda y el Museo de Bellas Artes, diseñado por el arquitecto Adamo Boari. Su construcción inició en 1904 y no se llega a inaugurar sino hasta 1934, luego de una prolongada pausa debido a los acontecimientos políticos de la Revolución Mexicana.

A un lado se aprecia la Torre Latinoamericana, proyecto de Augusto Álvarez junto a Leonardo Zeevaert. “Fue la torre más alta del mundo – fuera de Estados Unidos -, actualmente no lo es, pero si es la más alta recubierta de vidrio” dice Salcido, quien agrega “Álvarez estuvo seguro que la torre aguantaría un sismo y quiso vivir uno ahí. Se hizo realidad su deseo en 1985, estando en el piso 22. Pero vio el horror de como se caían los edificios alrededor”.

Seguimos el trayecto hasta llegar a un costado de la Catedral. Y justo antes Iván comentó de dos lugares emblemáticos que recomendó visitar: el Café la Ópera “ que mantiene un balazo de Pancho Villa en el techo” dice; y el Hotel México, “que posee un vitral de Tiffany que aún conserva”.

Ya en Catedral nos bajamos corriendo del autobús hasta llegar al Museo del Templo Mayor donde nos esperaba nuevamente la antropóloga Paola Souza, quien nos dio una rápida explicación sobre los Mexicas – ya que estábamos contra reloj – mientras caminábamos por la zona arqueológica, para luego hacer una visita rápida al Museo de Sitio.

Las primeras excavaciones fueron realizadas por Manuel Gamio en 1914. Según la información recopilada hasta ahora, se dice que “cuando llegó Hernán Cortez, el templo mayor era dos veces más grande que la Pirámide Del Sol”, cuenta Paola. Es hasta 1978 cuando se descubre como tal la zona arqueológica. “Gracias a unas excavaciones por un proyecto eléctrico que se iba a ejecutar, uno de los trabajadores topó con una piedra circular, y manda a llamar a Matos Moctezuma quién no puede acercarse pero llega ir Raúl Araña. Cuentan que cuando Raúl ve el penacho del monolito de Coyolxauhqui se quedó mudo y en shock como por 20 minutos, hasta que al rato reaccionó y dijo que aquí ya no hay proyecto eléctrico”.

En el Templo Mayor era donde se gestaba los aspectos políticos, religiosos y económicos más importantes de la vida de los mexicas “Los templos son un relleno de piedras sin habitaciones porque su único residente es dios. Pero lo que vemos aquí – un área del Templo – son habitaciones pertenecientes a una elite: de Moctezuma y su alto mando militar. Es decir, el Palacio de Los Guerreros Águilas”. Continua Soza.

Al ingresar al Museo del Templo Mayor pudimos observar una maqueta que representa lo que fue la zona arqueológica para la época en que llegó Cortez a estas tierras. “Su estructura contempla 8 etapas” indica Sosa, es decir la construcción de un templo sobre otro cada vez que hubiera un cambio de un período de su calendario o cambios de poder. Igualmente nos mostró el monolito de la diosa Tlaltecuhtli, según explica Paola, es una de las obras recientemente conseguida (2006) y más grande hasta ahora que brinda que no se experimentaban con la Piedra del Sol. “Representa a la deidad paridora y devoradora de hombres”.

Saliendo del museo nos acercamos a la Catedral, cuyos trabajos de construcción iniciaron en 1571 y culminaron casi tres siglos después en 1813. Dimos una vuelta por su interior, conformado por un altar inusualmente colocado casi al inicio del pasillo central, llamado el altar del Perdón; 14 capillas ubicadas en los laterales de la nave; un coro superior y dos inmensos órganos traídos de Bélgica.

Salimos de la Catedral para recorrer rápidamente otros monumentos como el de La Revolución, bajarnos unos breves minutos en el monumento de La Independencia; y culminar este viaje en el Parque México en La Condesa.

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