“El sismo siempre ha golpeado a México y lo va a seguir golpeando”

El pasado 19 de septiembre la Ciudad de México conmemoró uno de los sucesos más catastróficos que haya vivido: los 30 años del terremoto del 85. Ese día la tierra se sacudió de tal manera que numerosos edificios, muchos de ellos importantes obras públicas y edificaciones emblemáticas, se vinieron al suelo enlutando a la comunidad. En el marco de estos acontecimientos, el Centro Cultural Universitario Tlatelolco junto al Comité Tlatelolco – 19 de septiembre, organizó un ciclo de charlas en las que participaron arquitectos, dramaturgos, sobrevivientes, entre otros, para exponer y discutir sus visiones sobre la ciudad antes y después de ese hito.

“El sismo es un fenómeno que siempre ha golpeado a la ciudad de México y la va a seguir golpeando” así inició su charla el arquitecto Iván Salcido, quien indicó que ese día “la tragedia que marcó la ciudad acabó con la vida de miles de personas, arrasó con muchos edificios e igualmente dejó muchas historias”. Y precisamente – además de los datos sobre los suelos, tipos de construcciones y normativas – fueron esas historias que conocí a través de esta actividad las que más me impactaron, ya que no tenía la menor idea de ellas. Desde el descubrimiento – por el derrumbe de unos talleres – de violaciones de derechos humanos y laborales a numerosas costureras; así como de “niños milagro”, recién nacidos que lograron sobrevivir durante días entre los escombros; hasta ejemplos de unidad y solidaridad de una población ante la adversidad. Realidades que me impactaron y me mantuvieron estas últimas semanas investigando sobre ellas.

Durante la charla titulada “Terremoto 1985, la ciudad que se nos fue” el arquitecto, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), manifestó que la intención con estos encuentros, es “no perder la memoria histórica de un hecho tan importante”, ya que se ha dado cuenta que la gente nuevamente está muy ajena a este fenómeno, y no se puede permitir que un suceso similar vuelva a tomar a la población de manera desprevenida, con los mismos errores del pasado.

Una combinación catastrófica: un subsuelo inestable y errores humanos

“La Roma se despobló. Semanas después – cuando me pude acercar – ya no habían cadáveres pero era impresionante la destrucción… Como arquitecto me llamó la atención cómo cambió la ciudad después del terremoto. En los espacios vacíos que se consiguen hoy día subutilizados como estacionamientos había antes un edificio, gente viviendo ahí.. tres décadas después la ciudad tiene nuevo rostro”

Edificio Nuevo León en Tlatelolco, 19 de septiembre de 1985 © Marco Antonio Cruz
Edificio Nuevo León en Tlatelolco, 19 de septiembre de 1985 © Marco Antonio Cruz

“Vamos a recordar que el subsuelo tiene un período de movimiento, es decir, que vibra de cierta manera cuando ocurre un sismo. Luego, las edificaciones también vibran”, explica Salcido. Por lo tanto ambos valores se deben tomar en cuenta a la hora de levantar un edificio, ya que si no se tiene cuidado y se construye a una altura no adecuada para ese tipo de subsuelo “se igualan los períodos de vibración y es cuando un edificio entra en resonancia, se va a mover más, se va a agitar más hasta que llega el rompimiento… – En el 85 – ese fue uno de los factores por los cuales tantas construcciones terminaron dañadas de maneras similares”.

También influyó que muchos edificios estaban muy pegados, casi palmo con palmo, y al moverse por efecto del sismo “empiezan a golpearse y caen por ese golpeteo entre ellos”; así como inmuebles subutilizados, empleados para otros fines que desgastaron su estructura, como por ejemplo los talleres en la Calzada de Tlalpan. Estos edificios no estaban diseñados para tener toneladas en maquinaria y telas “había una carga brutal en estos edificios que cuando llega el sismo colapsan”. Finalmente, aunque no fuera de las causas principales “tampoco podemos irnos sin decir que muchos edificios estuvieron mal construidos, hubo muchos ahorros en materiales… edificios de reciente construcción, de no más de seis años, con técnicas aparentemente modernas, se fueron al suelo completamente y se llevaron una cantidad de vidas impresionante”.

Y a estos factores físicos se une la falta de previsión. México es sísmico debido a su ubicación geográfica. La costa occidental del país forma parte del llamado “Cinturón de Fuego del Pacífico”. En esta región la Placa de Cocos se está metiendo debajo de la Placa Norteamericana, una permanente fricción que va acumulando tensión y en algún momento se libera dando origen al terremoto. Previo a 1985, el último movimiento de consideración que afectó a la Ciudad de México fue el ocurrido en 1957; el monumento “El Ángel” ubicado en Paseo Reforma, cayó al suelo quedando destrozado, además de algunos edificios derrumbados. Cobró un saldo de aproximadamente 700 muertos y 2500 heridos.

Aunque el epicentro de este evento fue en el Pacífico, cercano a Acapulco, la zona más afectada fue el DF, “porque Acapulco está encima de una roca… en el valle las hondas sísmicas viajan y el terreno no pone resistencia y particularmente el centro es el área más peligrosa… Aquí tenemos más áreas donde se concentran los daños que han habido en los últimos 100 años de estudio de los sismos, y se ha analizado en qué partes hay más destrozos y siempre es la misma: el Primer Cuadro de la Ciudad – en la Delegación Cuahutémoc – y Tlatelolco es parte de ese”, alerta Salcido.

“Esa lección quedó en un nivel científico. Se hicieron evaluaciones de terreno con la magnitud de ese sismo, pero no se volvió a tocar el tema hasta 1985. No hubo un llamado de atención a la gente sobre los riesgos del valle de México” señala el arquitecto; y agrega que la población no estaba preparada en protocolos de seguridad y mucho menos pensar en la posibilidad de recibir una réplica; para colmo existía un déficit en cuanto al personal de rescate, siendo para esa época la ciudad más grande del mundo.

“Trabajé de cerca con los bomberos para lograr entender un poco. Y ellos me decían: el día del sismo nosotros reaccionamos y nos iban indicando que hay un problema en tal lugar, pero nunca llegábamos a ese lugar porque en el camino nos encontrábamos con otro edificio derrumbado. Y así fue con todos los equipos de rescate que eran muy escasos. A muchos lugares la ayuda no llegó y al último lugar donde se presentaron fue precisamente el de San Antonio Abad”.

Las Costureras del 19 de septiembre

“Toneladas de tela, máquinas industriales y edificios que no estaban diseñados para esta función. 800 fábricas y talleres destruidos”.

Talleres de costura en Calzada de Tlalpan, Ciudad de México, Septiembre 1985. Foto: REUTERS/Daniel Aguilar
Talleres de costura en Calzada de Tlalpan, Ciudad de México, Septiembre 1985. Foto: REUTERS/Daniel Aguilar

Una de las crueles realidades que se develaron con el sismo fue el de las violaciones a los derechos humanos y laborales de miles de costureras que trabajaban a destajo en los talleres – muchos de ellos clandestinos – ubicados en la San Antonio Abad, Calzada de Tlalpan.

“Centenas de costureras y costureros trabajaban con un sueldo irrisorio, bajo unas condiciones deplorables. Si querían ir al baño les tomaban el tiempo, el cual debían reponer al final. Si no hacían bien su trabajo las castigaban y las ponían a cocer con hilo negro en un cuarto oscuro. O las colocaban en una sala y las cerraban con candado” narra el expositor.

Estos edificios, cuyo uso no era el fin industrial, se desplomaron con el terremoto. “Los patrones, de una manera muy inhumana, en lugar de utilizar sus enormes recursos para ayudar a sus empleados se dedicaron a salvar las máquinas y las telas. No les importaba quienes estuvieran atrapados. Mucho menos que tuvieran una reivindicación”.

Luego de esta tragedia, las sobrevivientes se unieron formando el Sindicato Nacional de Costureras 19 de septiembre para la defensa de sus derechos, pero lamentablemente, aunque pelearon sus reivindicaciones y mejoras en lo laboral, no obtuvieron logros importantes, y con el tiempo se fue dividiendo. Actualmente, “solo queda una pequeña escuela donde tratan de ayudar a las nuevas costureras a prepararse para tener un futuro mejor y evitar nuevas tragedias”.

Salcido cuenta que ha estado “cerca de lo que queda del Sindicato 19 de septiembre, les comento que se dice murieron 1400 o 1600 costureras ese día, y me responden: nosotras contabilizamos y hay más de tres mil compañeras desaparecidas, que no se volvió a saber de ellas”.

Buscando más información sobre este sindicato, me topé con un reciente artículo escrito por Linaloe R. Flores para el portal SinEmbargo.mx, en la que hace una entrevista a unas sobrevivientes de estos edificios. En este se refleja que a pesar de lo ocurrido, de las luchas por unas mejores condiciones laborales y respeto por su actividad, hoy día se viven y “denuncian las mismas condiciones que tanto indignaron después del sismo”. Pero posiblemente peor remunerados hoy día debido a que sus costos de producción no se pueden equiparar con la nueva competencia: los productos orientales con un costo mucho menor, gracias a los tratados comerciales firmados por México.

De esa entrevista extraigo el siguiente fragmento:

“Total, las costureras no han dejado de ser las pobres de las pobres. Nadie tiene indemnización por toda esta tragedia del 85. Hay algo que recordar. Que a treinta años, como trabajadoras de México, seguimos con una situación deprimente. Es un recuerdo fatal para todas nosotras”. Son las palabras de Guadalupe Conde, cuya persona inspiró el monumento a la Costurera, ubicado a unos pasos del hotel Amazonas, en la calzada de Tlalpan. En 1985, con sus 36 años de edad, levantó piedras y tierra con las mismas manos que cosía en una fábrica de Fray Servando. Hoy vive de sus confecciones. Las que a veces logra colocar en Tepito. Estira tanto como puede los pesos porque tiene una hija que requiere rehabilitación por una caída de una azotea. En estos días brindó decenas de entrevistas a medios nacionales y extranjeros como sobreviviente de una tragedia.

Alejandra Martínez Hernández es otra de las costureras marcadas por el terremoto. Piensa casi lo mismo. “Estamos peor. Se perdieron empleos y nos temen, justo por nuestra historia. Nos contratan, nos despiden. Pareciera que esto está por terminar”.

La mala suerte del Café Súper Leche

Foto: Archivo de El Universal.com.mx
Foto: Archivo de El Universal.com.mx

El día del terremoto, Jacobo Zabludovsky, es quien hace el reporte del lo que ocurre en la ciudad gracias a un teléfono que tenía instalado en su vehículo – algo no común en aquella época -. Como los canales de Televisa se encontraban fuera del aire –su lugar de trabajo-, se comunica con XEW Radio y va narrando lo que ve. Aparentemente, en la parte inicial del recorrido todo estaba normal, incluso dice “creo que nos trató peor que 1957 pero por lo visto no hubo daños… incluso, veo el Ángel en la columna – señal de que todo está bien –“, hasta que se encuentra con el primer edificio dañado, el Hotel Continental, en el cruce de la Av. Insurgentes con Reforma.

Pero para el arquitecto Salcido el punto más importante de ese recorrido es cuando el periodista llega un café muy popular para aquel entonces, el Super Leche, ya que es cuando divisa los primeros muertos “Ve a un señor que está desesperado y él llega y le pregunta qué ocurre. Resulta que este señor, llamado Juan Fernández, era el dueño del café y toda su familia vivía en ese mismo edificio”.

Según un vecino, el edifico se cayó luego de aproximadamente ocho segundos. Primero se vinieron abajo los balcones y luego el edificio entero. Y un ejemplo de la falta de preparación en cuanto a protocolos de seguridad en casos de sismos fue que en el momento que empezó a temblar un trolebús se detuvo justo frente al Súper Leche, la gente se bajó para “resguardarse” en el local y todos murieron.

Más adelante Zabludovsky realiza un programa radial sobre los 20 años de la tragedia, e invita a varios de las personas con las que tuvo contacto ese día, entre ellas Juan Fernández, quien cuenta qué ocurrió después de ese día. “Además de tener que soportar la pérdida de su familia, la pérdida de su negocio, algunos de los empleados que lograron sobrevivir – que apenas sintieron el temblor lograron salir del local – fueron a la fiscalía para demandarlo, como si él hubiera sido el responsable de la construcción del edificio. El resultado fue que le bloquearan la oportunidad de volver a tener su café. Es uno de esos casos en los que una mañana el sismo le cambió la vida”, dice el arquitecto.

Luego de todo lo que vio, vivió y narró ese día, para Jacobo Zabludosvsky, este fue el trabajo más importante de su carrera, a pesar que narró cuando el hombre llegó a la luna, entrevistó a destacados deportistas y políticos.

Historias de solidaridad: surgimiento de Los Topos

“Los ciudadanos en solidaridad fueron los primeros en ayudar”. “La triste realidad se encontraba bajo los escombros”.

Trabajos de rescate en el edificio Nuevo León en Tlatelolco19 de septiembre de 1985 © Marco Antonio Cruz
Trabajos de rescate en el edificio Nuevo León en Tlatelolco19 de septiembre de 1985 © Marco Antonio Cruz

Como los servicios de emergencia y equipos de rescate no se daban abasto, en Tlatelolco, siete personas que no se conocían previamente empezaron a ayudar y poco poco se les fue uniendo más gente. Dos de las tres secciones del edificio Tlatelolco, de 15 pisos cada una, colapsaron ese día. Numerosos fallecidos y heridos atrapados entre los escombros. La sociedad civil reacciona y por iniciativa propia inician las labores para socorrer a las personas afectadas.

A falta de herramientas e instrumentos utilizaban sus manos para abrir túneles entre los escombros para rescatar gente. No tenían conocimientos en primeros auxilios pero la necesidad de brindar auxilio en ese momento no los detuvo. Tuvieron resultados y estas acciones atrajeron a los medios. Un reportero fue que les puso el nombre de Topos.

“Este trabajo no era exclusivo de Tlatelolco – indica Iván Salcido – mucha gente estaba haciendo lo mismo en otros lugares. Otro grupo a quienes también se les denominó como Topos, estaban trabajando en el Hospital Juárez y ayudaron a rescatar a los Niños Milagro”.

Días mas tarde, estos grupos voluntarios recibirían el apoyo de rescatistas internacionales que llegaron a México provenientes de Francia, Holanda, Alemania, España, Canadá, Estados Unidos.  Incluso algunos llegaron con con perros entrenados para encontrar personas entre los escombros.

Al año siguiente del terremoto es cuando se registran formalmente estos grupos. La Brigada Tlatelolco AC, del grupo de Roberto Hernández, junto a Chino Méndez y Rafael López, fue la primera en constituirse legalmente.

Los mismo voluntarios afirman que la enseñanza de esta tragedia es la necesidad de prevención y cultura en cuanto a protección civil se refiere. Y a través de sus organizaciones brindan cursos de rescate y sobrevivencia, así como capacitación para Topos.

“A treinta años en nuestra memoria”

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Iván Salcido, quien aboga porque se continúe y se refuerce la cultura de la prevención, ha recopilado todas estas historias y muchas más en el libro “El Terremoto de 1985. Treinta años en nuestra historia”. Una reedición ampliada con nuevos testimonios de sobrevivientes y 350 imágenes, plasma los diversos hechos que hace tres décadas estremecieron a la ciudad Mexicana, como una forma de dar a conocer los riesgos en los que se vive en ella.

Gran parte del hilo conductor de este texto, “es el recorrido narrado en radio por Jacobo Zabludovsky, para ilustrar un poco algunos de los edificios de los que hablamos”, acota el autor. Editado por la Sociedad Mexicana de Ingeniería Estructural, además cuenta con el privilegio de que el veterano periodista escribió el prólogo de esta edición.

Los interesados pueden adquirir esta obra a través de la Sociedad Mexicana de Ingeniería Estructural o directamente con el autor, a quien pueden contactar a través del correo electrónico ivansama@yahoo.com

 

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